29.10.12

Una feria agridulce*

Mirada crítica a la FIL-Gye 2012

La semana pasada Guayaquil operó como un puente entre los distintos discursos que se congregan alrededor del libro en Latinoamérica. Con recitales, presentaciones, video-foros y conferencias, los invitados a la Feria del libro establecieron conexiones con sus lectores, algo esencial para acercarse a la lectura.

A diferencia de la Expolibro (organizada a mediados de año por el Municipio), acá no hubo helados de coco ni cuerito de chancho. La mayoría de los expositores tenían una relación estrecha con la lectura, y un poco menos con la literatura. La disponibilidad de dinero estatal ($350,000 dólares, según la ministra Erika Sylva) hizo que no se dependiera de otro tipo de comercios para sostener la feria.

Y sin embargo fue, figurativamente, una experiencia agridulce.

¿Por qué?

1. El tema era “Memoria e identidad”, a propósito del centenario de nacimiento de Enrique Gil Gilbert, Nelson Estupiñán Bass y Nela Martínez, y de los cien años de la Hoguera Bárbara, la muerte del mártir favorito del correísmo. Posibilidades constreñidas a un planteamiento político limitado. Vivimos bajo un gobierno que ha convertido el “prohibido olvidar” en fetiche ideológico. En ese sentido se da la invitación de Manabí como expositor principal, y el recordatorio de que hay un elefante blanco (Ciudad Alfaro) que a casi nadie le despierta la memoria. El espacio para la provincia estuvo ubicado fuera del recinto ferial, donde hubo desde bisutería hasta café pasado. Adentro se acondicionó un pasillo con los recuerdos literarios de Manabí, donde pocos se detuvieron.

2. El III Encuentro de Ciencia-ficción es, sin duda, una muestra de lo que se puede lograr con pasión y sin envidias; uno de los puntos altos. El año pasado nacieron, de este encuentro, las Tertulias de Ciencia-ficción (fundadas por Fernando Naranjo y Denise Nader) pero lamentablemente en los eventos dedicados al género la presencia de público fue mínima, nunca pasó de las 20 personas.

3. El stand de la librería Sabueso, ubicado junto a la entrada, pudo haber sido la única parada. Su dueña, Luzmarina Salgado, comentó que se especializan en libros diferentes, difíciles de encontrar en un local comercial. Sabueso abrió hace 5 meses en Quito, pero antes ya eran una tienda virtual. “Ha venido muy poca gente, la feria está mal”, dijo Salgado.

4. Armando Alzamora vino desde Lima con cerca de 500 libros de la librería Comala. Él se atrasó en llegar desde Perú y los encargados de la organización decidieron que le darían el espacio a alguien más. Finalmente el peruano llegó y lo colocaron en un pasillo frente a la sala Nela Martínez, le dieron una mesa vieja de plástico y dos estanterías donde nunca entró toda su mercancía. A Alzamora nunca le asignaron un stand, pero fue muy visitado por el rápido rumor de tener la mejor oferta literaria, incluyendo editoriales que acá ni se asoman, como Mansalva, Eterna Cadencia o Caja Negra.

5. La Campaña de lectura Eugenio Espejo, coordinada por el escritor Iván Egüez, es otro ejemplo de autogestión sin pasar por el “lamebotismo” común en el país. Producen libros a bajo costo con una periodicidad mensual. Además, publican la revista Rocinante, que junto al suplemento CartónPiedra (El Telégrafo) son las 2 iniciativas de difusión cultural más representativas del país. En Quito los libros de la Campaña se reparten junto a las planillas de servicio básico, cobrando al usuario un valor mínimo; en Guayaquil se ha intentado hacer lo mismo pero hasta ahora Nebot no ha aprobado el proyecto.

6. Bertha Díaz, quien tuvo a su cargo una mesa de discusión sobre teatro, afirmó que en su invitación a la feria destacaban su importante aporte a la literatura desde el plano de la memoria y la identidad, lo cual, obviamente, se lo habían dicho a la totalidad de los invitados. Palabras mecánicas de una política gobiernista que no tolera la reflexión crítica pero lo sabe disimular. Por el contrario, el poeta Carlos Luis Ortiz declinó la invitación pero nunca lo eliminaron de la programación.

7. Una de las lecturas de poesía convocó a la mexicana Daniela Camacho, la argentina Diana Bellesi y a las ecuatorianas Carolina Portaluppi y Sonia Manzano. Nos golearon jugando de locales, un resultado que se esperaba. Lo que fue una sorpresa es la entretenida capacidad anacrónica de Manzano para leer sus poemas, en donde la “licencia poética” le permitió cambiar sed por sec y mamut por mamuc.

8. Durante casi toda la feria se realizaron talleres de breakdance y rap a cargo del colectivo El Galpón. Quien encuentre un aporte importante del hip hop a la literatura o a la difusión de la lectura que me lo diga ahora mismo. Pero las sesiones tuvieron una buena acogida. David Bonilla, quien prefiere ser llamado Lion, dijo que en Guayaquil es muy difícil acercar esta expresión cultural a la ciudadanía en general. Él y su grupo estuvieron en diversos barrios con raperos locales, bailando y cantando, y de todas partes fueron expulsados por agentes metropolitanos.

9. Villa Cartón: Dadaif Indie-art, Camareta Cartonera, Murcielagario Kartonera, Niño Búho, La One Hit Wonder y la Cartonera Intercultural, editoriales que fabrican sus libros con material reciclado. Se caracterizan por la infinidad de eventos que realizan, ya sean lecturas, presentaciones de libros o performances, lo cual es una vitrina interesante. También han sucumbido a la moda de compilar antologías sin ton ni son, producto del incesante turismo literario que se da hoy en día. Su posición editorial parece una carrera armamentista. Gabriel Paz, quien estuvo a cargo del stand de Casa Morada, maneja dos proyectos: Niño Búho y La One Hit Wonder.

Como si uno no bastara. En su stand, los de Camareta acogieron a los quiteños de Murcielagario Kartonera, quienes una semana antes del inicio de la feria recibieron un mail del Ministerio diciendo que no habría espacio para su propuesta. Lo curioso es que no parecen decidirse por un precio fijo, los valores fluctúan demasiado, desde $3 hasta $7. Hay que preguntarse si el producto realmente lo vale, es decir, si hay un trabajo literario de calidad. Porque se han dado casos de personas que quieren comprar solo las portadas para poner otras hojas y hacerse un cuaderno.

10. En la rueda de prensa antes de la inauguración, le pregunté a la ministra de cultura por qué no fortalecen la feria de Quito, siendo un país tan pequeño, y me respondió que si de ella dependiera haría una feria en cada ciudad del país. Me pregunto qué tan beneficioso es disolver las iniciativas con la excusa falaz de llegar a todas partes si ni siquiera hay medidas a largo plazo para el estímulo de la lectura.

11. A pesar de todo siempre es recomendable acompañar procesos como éste. La crítica literaria Cecilia Ansaldo da el ejemplo, habiendo cuestionado fuertemente a la feria, cedió por el homenaje a Nela Martínez, a quien conoció personalmente. Hay que valorar lo que se produce y aprender a juzgar para mejorar, el chauvinismo debe exiliarse.

Finalizada la feria 2012, el torniquete de ingreso registraba más de 350,000 visitas, superando las 25,000 del primer año y las 50,000 del segundo (según datos recogidos por diario El Comercio). Cabe resaltar que el día sábado por la noche, mientras esperaba en el lobby de entrada al MAAC, vi que el encargado del ingreso hizo rodar al torniquete en múltiples ocasiones, dándole varias vueltas cada vez. ¿Importan tanto los números, contra quién se compite y qué se quiere demostrar?

(*) Publicado en Gkillcity, portal de periodismo contracultural, el 29 de octubre de 2012.