5.10.12

Cecilia Ansaldo: "Guayaquil está signada por iniciativas culturales que se mueren en el camino"*


En noviembre de 2010, un mes después de que Mario Vargas Llosa ganara el Nobel de Literatura, se abrieron las puertas del espacio cultural Estación Libro Abierto. Con el afán de multiplicar el interés por la difusión de la lectura, Cecilia Ansaldo, María Mercedes Vélez, Rommy Moeller y Andrea Nader han evolucionado su iniciativa, desde abordar al escritor peruano hasta hoy en que organizan su primer concurso de cuento.

Después de dos años de trabajo, ¿han logrado su propósito?

Tuvimos el impulso de fundar un espacio cultural en este sector, que para entonces no tenía sino iniciativas institucionales por las artes plásticas y nada más. En estos 2 años, se hizo lo que se propuso: dar talleres en el ámbito de la literatura y el cine. Este año nos abrimos a la filosofía; esas son las tres áreas en las que trabajamos. Además, hacemos presentaciones de libros y conversatorios con escritores. Este año hicimos nuestra primera convocatoria a un concurso de cuento literario, queremos mantenerlo con una periodicidad aún no definida.

¿Podría decirse que el concurso de cuento enlaza directamente con su ambición editorial?

Así es. Talvez permita descubrir gente callada de cara a la comunidad, nuevos valores. Esos escritores podrían tener oportunidades de publicación, ya que ganar un concurso focaliza la mirada y le pone firmeza a una vocación. Eso se busca.

¿Montaron su oficina en Samborondón pensando en ese nicho que faltaba cubrir?

En Guayaquil ya hay otros espacios; los clubes de libros proliferan por toda la ciudad. Este era un nicho intocado en materia literaria por entonces. En este momento estamos tan problematizados en tránsito, en agenda personal y tiempo, que pienso que la gran mayoría de personas aspira a tener sus preferencias en actividades culturales mucho más cercanas. Creo que Samborondón se ha ido multiplicando, con sitios como No Mínimo, Tinta Café y la galería de Patricia Meier.

En los talleres, ¿hay una línea definida de autores?

Trabajo con narrativa contemporánea desde hace 3 años. Partiendo desde el siglo XX, he avanzado e incluido esa clase de literatura que no se leería a solas, esa novela desafiante y experimental que exige una lectura más atenta y racionalizada. Faulkner, por ejemplo. Hay otros cursos de diseño más concreto, de ocho a diez sesiones, con temas más concentrados. Por ejemplo, Vargas Llosa con La fiesta del chivo o el que inauguramos hace poco de García Márquez, con dos cuentos y la novela Cien años de soledad.

En cuanto a los conversatorios realizados, ¿cree que debe romperse la barrera entre escritor y lector?

Hemos recibido a los últimos premios Alfaguara: Juan Gabriel Vásquez y Leopoldo Brizuela. Accedimos a testimonios de escritura y de concepción de obras en concreto. También estuvieron aquí Leonardo Valencia, Fernando Balseca, Marcelo Báez. Romper esa barrera es importante. Hoy la obra no es solamente un objeto parado en una repisa; la obra está ligada a un ser humano. Lo ratifico en todas mis conversaciones; conocer al autor, ligar a una persona de carne y hueso con un producto literario motiva enormemente al lector y multiplica su interés y curiosidad.

Se dice que los talleres o clubes de lectura son grupos de autoayuda...

Me parece un criterio agresivo y descalificador, la mayoría de los clubes está integrada por gente a la que le gusta leer. Y leen desde su infancia, en desorden y con elecciones propias, pero leen siempre. Lo que he visto que han hecho los clubes es conseguir el espacio del intercambio, a veces son conversaciones desordenadas, hay falta de sistematicidad y abordan impresiones personalistas. Pero ocurre que en los últimos años no funcionan así, hacen la elección de un coordinador especialista en literatura. Invitan a escritores para orientar lecturas específicas.

¿Son lugares para personas desocupadas?

Falso, algunos habrá talvez, no los conozco a todos. De los que conozco, te puedo decir cuán en serio se toman su trabajo.

¿Qué hacer para no quedarse en lo superficial?

Creo que el mayor esfuerzo es mantenernos activos con firmeza, esa es una meta. Guayaquil está signada por iniciativas culturales que se mueren en el camino, ya sean revistas o grupos, lo sabemos todos. Queremos también diversificar la oferta. No podemos convertirnos en academia, tampoco, esa no es la intención. Queremos sacarle partido a la lectura y lo estamos consiguiendo.

¿Podría decirse que en Estación Libro Abierto están en contra de la lectura como pasatiempo?

No puedo entrar de una manera tan tenaz en la vida de las personas. Quisiera que adquieran la destreza de no dejarse engañar por el libro fácil o el bestseller, que tanto se ponen de moda. Que lean lo que quieran leer, pero sin engañarse.

¿Cuál es la diferencia entre la Estación y otros espacios más ‘light’? ¿Estos últimos son importantes de alguna manera?

Por la dedicación del tiempo, no es lo mismo una cita mensual a una semanal y sistemática con esquema previo de análisis. Yo creo que sí son importantes, la lectura cada vez tiene menos adeptos, a lo mejor se venden muchos libros, pero eso no asegura que se lean. Conseguir que se lea en un medio poco habituado a ello es un esfuerzo enorme. Yo vengo de un lema que dice que es mejor leer cualquier cosa a no leer nada. Si contamos con una sociedad absolutamente distanciada del libro, en cualquier formato, no vamos a conseguir nada.

¿Es importante que haya una feria del libro en la ciudad? ¿por qué no fortalecer la de Quito, por ejemplo?

Debe haber una feria del libro en cada ciudad; aunque sus alcances sean limitados, hay que hacerlas. Pero si insistimos en la memoria y en la identidad no se conseguirán adhesiones masivas, estamos muy anticuados en oferta de ferias. Hablar 30 años de Sicoseo, una revista de un solo número, estamos locos. Hay que definirse, ¿queremos la noticia internacional o que nuestros ciudadanos miren aunque sea la portada de los libros?

¿Y qué hay de la feria organizada por el Municipio?

La feria del Municipio está empecinada en repetir errores. Soy enormemente crítica con esa feria, a pesar de que estuve en las primeras convocatorias y colaboré intensamente en los 3 o 4 primeros años. Pero cuando vi que está conducida por un señor con unas anteojeras inamovibles sobre lo que él quiere hacer y que nunca más escuchó ni un consejo ni una crítica, yo me distancié. De la del Ministerio de Cultura entiendo que no les fue muy bien el año pasado, cometieron serios errores. Me pronuncié públicamente en contra de la feria por el veto a Balseca, y cedí por la muerte de Dina Bellrham. Fui al homenaje, mi única visita, que rompió mi manera de pensar en solidaridad con el grupo al que vi sufrir la pérdida de su compañera.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 5 de octubre de 2012.