29.10.12

Una feria agridulce*

Mirada crítica a la FIL-Gye 2012

La semana pasada Guayaquil operó como un puente entre los distintos discursos que se congregan alrededor del libro en Latinoamérica. Con recitales, presentaciones, video-foros y conferencias, los invitados a la Feria del libro establecieron conexiones con sus lectores, algo esencial para acercarse a la lectura.

A diferencia de la Expolibro (organizada a mediados de año por el Municipio), acá no hubo helados de coco ni cuerito de chancho. La mayoría de los expositores tenían una relación estrecha con la lectura, y un poco menos con la literatura. La disponibilidad de dinero estatal ($350,000 dólares, según la ministra Erika Sylva) hizo que no se dependiera de otro tipo de comercios para sostener la feria.

Y sin embargo fue, figurativamente, una experiencia agridulce.

¿Por qué?

1. El tema era “Memoria e identidad”, a propósito del centenario de nacimiento de Enrique Gil Gilbert, Nelson Estupiñán Bass y Nela Martínez, y de los cien años de la Hoguera Bárbara, la muerte del mártir favorito del correísmo. Posibilidades constreñidas a un planteamiento político limitado. Vivimos bajo un gobierno que ha convertido el “prohibido olvidar” en fetiche ideológico. En ese sentido se da la invitación de Manabí como expositor principal, y el recordatorio de que hay un elefante blanco (Ciudad Alfaro) que a casi nadie le despierta la memoria. El espacio para la provincia estuvo ubicado fuera del recinto ferial, donde hubo desde bisutería hasta café pasado. Adentro se acondicionó un pasillo con los recuerdos literarios de Manabí, donde pocos se detuvieron.

2. El III Encuentro de Ciencia-ficción es, sin duda, una muestra de lo que se puede lograr con pasión y sin envidias; uno de los puntos altos. El año pasado nacieron, de este encuentro, las Tertulias de Ciencia-ficción (fundadas por Fernando Naranjo y Denise Nader) pero lamentablemente en los eventos dedicados al género la presencia de público fue mínima, nunca pasó de las 20 personas.

3. El stand de la librería Sabueso, ubicado junto a la entrada, pudo haber sido la única parada. Su dueña, Luzmarina Salgado, comentó que se especializan en libros diferentes, difíciles de encontrar en un local comercial. Sabueso abrió hace 5 meses en Quito, pero antes ya eran una tienda virtual. “Ha venido muy poca gente, la feria está mal”, dijo Salgado.

4. Armando Alzamora vino desde Lima con cerca de 500 libros de la librería Comala. Él se atrasó en llegar desde Perú y los encargados de la organización decidieron que le darían el espacio a alguien más. Finalmente el peruano llegó y lo colocaron en un pasillo frente a la sala Nela Martínez, le dieron una mesa vieja de plástico y dos estanterías donde nunca entró toda su mercancía. A Alzamora nunca le asignaron un stand, pero fue muy visitado por el rápido rumor de tener la mejor oferta literaria, incluyendo editoriales que acá ni se asoman, como Mansalva, Eterna Cadencia o Caja Negra.

5. La Campaña de lectura Eugenio Espejo, coordinada por el escritor Iván Egüez, es otro ejemplo de autogestión sin pasar por el “lamebotismo” común en el país. Producen libros a bajo costo con una periodicidad mensual. Además, publican la revista Rocinante, que junto al suplemento CartónPiedra (El Telégrafo) son las 2 iniciativas de difusión cultural más representativas del país. En Quito los libros de la Campaña se reparten junto a las planillas de servicio básico, cobrando al usuario un valor mínimo; en Guayaquil se ha intentado hacer lo mismo pero hasta ahora Nebot no ha aprobado el proyecto.

6. Bertha Díaz, quien tuvo a su cargo una mesa de discusión sobre teatro, afirmó que en su invitación a la feria destacaban su importante aporte a la literatura desde el plano de la memoria y la identidad, lo cual, obviamente, se lo habían dicho a la totalidad de los invitados. Palabras mecánicas de una política gobiernista que no tolera la reflexión crítica pero lo sabe disimular. Por el contrario, el poeta Carlos Luis Ortiz declinó la invitación pero nunca lo eliminaron de la programación.

7. Una de las lecturas de poesía convocó a la mexicana Daniela Camacho, la argentina Diana Bellesi y a las ecuatorianas Carolina Portaluppi y Sonia Manzano. Nos golearon jugando de locales, un resultado que se esperaba. Lo que fue una sorpresa es la entretenida capacidad anacrónica de Manzano para leer sus poemas, en donde la “licencia poética” le permitió cambiar sed por sec y mamut por mamuc.

8. Durante casi toda la feria se realizaron talleres de breakdance y rap a cargo del colectivo El Galpón. Quien encuentre un aporte importante del hip hop a la literatura o a la difusión de la lectura que me lo diga ahora mismo. Pero las sesiones tuvieron una buena acogida. David Bonilla, quien prefiere ser llamado Lion, dijo que en Guayaquil es muy difícil acercar esta expresión cultural a la ciudadanía en general. Él y su grupo estuvieron en diversos barrios con raperos locales, bailando y cantando, y de todas partes fueron expulsados por agentes metropolitanos.

9. Villa Cartón: Dadaif Indie-art, Camareta Cartonera, Murcielagario Kartonera, Niño Búho, La One Hit Wonder y la Cartonera Intercultural, editoriales que fabrican sus libros con material reciclado. Se caracterizan por la infinidad de eventos que realizan, ya sean lecturas, presentaciones de libros o performances, lo cual es una vitrina interesante. También han sucumbido a la moda de compilar antologías sin ton ni son, producto del incesante turismo literario que se da hoy en día. Su posición editorial parece una carrera armamentista. Gabriel Paz, quien estuvo a cargo del stand de Casa Morada, maneja dos proyectos: Niño Búho y La One Hit Wonder.

Como si uno no bastara. En su stand, los de Camareta acogieron a los quiteños de Murcielagario Kartonera, quienes una semana antes del inicio de la feria recibieron un mail del Ministerio diciendo que no habría espacio para su propuesta. Lo curioso es que no parecen decidirse por un precio fijo, los valores fluctúan demasiado, desde $3 hasta $7. Hay que preguntarse si el producto realmente lo vale, es decir, si hay un trabajo literario de calidad. Porque se han dado casos de personas que quieren comprar solo las portadas para poner otras hojas y hacerse un cuaderno.

10. En la rueda de prensa antes de la inauguración, le pregunté a la ministra de cultura por qué no fortalecen la feria de Quito, siendo un país tan pequeño, y me respondió que si de ella dependiera haría una feria en cada ciudad del país. Me pregunto qué tan beneficioso es disolver las iniciativas con la excusa falaz de llegar a todas partes si ni siquiera hay medidas a largo plazo para el estímulo de la lectura.

11. A pesar de todo siempre es recomendable acompañar procesos como éste. La crítica literaria Cecilia Ansaldo da el ejemplo, habiendo cuestionado fuertemente a la feria, cedió por el homenaje a Nela Martínez, a quien conoció personalmente. Hay que valorar lo que se produce y aprender a juzgar para mejorar, el chauvinismo debe exiliarse.

Finalizada la feria 2012, el torniquete de ingreso registraba más de 350,000 visitas, superando las 25,000 del primer año y las 50,000 del segundo (según datos recogidos por diario El Comercio). Cabe resaltar que el día sábado por la noche, mientras esperaba en el lobby de entrada al MAAC, vi que el encargado del ingreso hizo rodar al torniquete en múltiples ocasiones, dándole varias vueltas cada vez. ¿Importan tanto los números, contra quién se compite y qué se quiere demostrar?

(*) Publicado en Gkillcity, portal de periodismo contracultural, el 29 de octubre de 2012.

17.10.12

Cristian Avecillas: "El poema es un acto de convivencia con el otro"*


Entre vistazos a la ciencia ficción cubana o la historia del cómic en Argentina, pasando por la producción teatral chilena, la Feria Internacional del Libro también dedica un espacio para mirar hacia dentro. Un ejemplo es la presentación del poemario Estrategias para descarriar a una mujer, de Cristian Avecillas.

Ataviado con una camisa blanca y su infaltable sombrero de paja toquilla, a Cristian le preocupa el incesante turismo literario. Como ejemplo cita la proliferación de antologías internacionales en las que no siempre hay un trabajo de calidad. Él, dice, prefiere desarrollar su voz lírica y plasmarla en poemarios que den cuenta de su madurez como autor y no de la cantidad de amigos que puede conseguir o de los países a los que puede enviar sus versos.

Esta concepción de la escritura hizo que tardara ocho años en terminar Estrategias… “Soy pausado para escribir y no tengo prisa en publicar, uno tiene que ser consciente con lo que brinda al hipotético lector… El proceso fue relativamente corto, el tiempo del hombre no es el tiempo del poema”. Cree que es indispensable reposar la obra, pues “nuevas experiencias vitales harán que tome rumbos interesantes”.

Sucedió así con este libro. El hecho de obedecer a tres voces diferenciadas (una femenina, otra masculina y un coro) hizo necesaria una marginación espacial poco común. Todo bajo lapsos temporales con implicaciones cinematográficas: personajes, ambientaciones. Sin querer inventar nuevos discursos, el poema se justifica solo; incluso quitándole su estructura, que “no es la causa del libro sino una forma de llegarle al otro”.

Siguiendo una línea de amor convencional, el poemario se abre a varias posibilidades de lectura. Cristian Avecillas lo ve como el cortejo en la modernidad, “sin olvidar de donde vienen estas intenciones: Ovidio con El arte de amar; Geometría moral, de Juan Montalvo; y Fragmentos de un discurso amoroso, de Roland Barthes. Fueron sustento para un nuevo cortejo en tierra ecuatoriana, donde todo está caliente y es lírico”. Además recalca que ahora tenemos otra forma de estar en el mundo, y eso cambia las identidades masculina y femenina.

“La mujer ya no es el objeto sexual, por el contrario los hombres pasamos a convertirnos en objeto cuando la mujer asume su sexualidad libremente, su descarrío, y comanda poéticamente todos los órdenes de la vida amorosa”. Así es lo femenino en Estrategias… Una mujer que se deja sugerir, pero es actuante y decide, se deja conmover pero no convencer; un cuerpo de inteligencia propia. El hombre lo que hace es inventar artificios para retener. El coro es una voz divina, un oráculo que actúa e interviene.

La construcción del libro permite la forma de montaje teatral, con tres actores dialogantes. La mujer es tragedia; el hombre, comedia; y el coro, el drama; según las tres unidades aristotélicas de la creación escénica. La intención es traer algo clásico como el amor corpóreo a un momento de modernidad que vivimos a través del cine.

Sin embargo, “el poema no lo aguanta todo, tiene que haber ritmo, un salto de la belleza en la verdad, y un hombre detrás de eso, nunca una inconsciencia accidental que ponga palabras que solo provoquen extrañamientos. El poema no es terapia, no se trata de reportar inferioridades, o traumas infantiles, o las venganzas que tengo que imponerle al mundo. El poema es un acto ceremonial de convivencia con el otro, todo lo humano tiene que ser propuesto, todas las cosas que nos definen como especie”.

Actualmente se están preparando nuevas ediciones de este libro en Perú, México y Venezuela.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 17 de octubre de 2012.

16.10.12

Un contacto de otro mundo*


Sobre el III Encuentro Internacional de Ciencia Ficción en Guayaquil.

El recinto ferial parece un homenaje a Jorge Luis Borges, uno de los mayores escritores que ha tenido América del Sur. Sus pasillos como senderos que se bifurcan conforman un auténtico laberinto por el que se pierden con gusto los amantes de la lectura. En una de sus arterias está la sala Galo Galecio, el lugar elegido para las reuniones de la tercera edición de la Feria Internacional del libro.

El autor argentino es también una de las mayores influencias para quienes cultivan el género de la ciencia ficción. Él y Bioy Casares revitalizaron una corriente que permanecía alejada de lo que se consideraba literatura “seria”. Sin embargo, hoy en día aún permanece a la sombra del canon, y allí dentro las obras de Latinoamérica constituyen otra dimensión, minimizada todavía más que sus pares europeas o estadounidenses.

Entre los invitados al III Encuentro Internacional de Ciencia Ficción estuvieron el cubano Yoss Sánchez y el chileno Marcelo Novoa, autores y entusiastas de este género. Ellos mantuvieron el día domingo un conversatorio con el escritor ecuatoriano Jorge Miño. El diálogo lo moderó Denise Nader, narradora guayaquileña, fundadora y coordinadora de las Tertulias de Ciencia Ficción, una convocatoria mensual que busca difundir y discutir sobre esta corriente.

“El realismo no alcanza para definir al mundo”, afirmó Sánchez, y añadió que vivimos en medio de una fisura puesto que hay una generación a la que esta época le parece ciencia ficción. El auge de los teléfonos inteligentes y demás novedades de la tecnología es un universo extraño para gran parte de la población. Allí radica la vigencia de este tipo de literatura. Sánchez insistió: “La ciencia ficción es una necesidad, no está hecha para pronosticar sino que coloca en el mañana un espejo para vernos hoy… se la escribe para evitar la crisis”.

Novoa habló acerca de la tradición perdida pero que “está saliendo a la superficie, sin preocuparnos de estar validados por el llamado ‘Primer Mundo’. Las ideas de la ciencia ficción latinoamericana son infinitamente más potentes, en términos de espejo e identidad, que el realismo a secas”.

La literatura fantástica es para Novoa siempre metáfora de algo. “Se moja más los pies, a veces se resbala y cae, pero otras se mantiene en pie, como en el caso de 1984 (novela de George Orwell), una obra en la que se vieron distopías que luego se hicieron reales”. Más que metáforas, estamos ante respuestas a problemáticas actuales.

Hay un permanente conflicto entre los cultivadores del género y otros escritores más convencionales. Últimamente ha habido incursiones de autores como Michael Chabon, Michel Houellebecq y Rodrigo Fresán en un campo que no les pertenece. Para Novoa este coqueteo con la ciencia ficción es saludable porque permite la discusión y borrar los prejuicios. Sánchez piensa que no debe perderse la esencia contracultural y subversiva, que hay que alimentarse de lo prohibido y lo desagradable. Se trata de un campo de pruebas, la frontera entre “el pantano del underground y los escalones del mainstream”, según el narrador cubano.

En ese sentido Susana Sussmann, escritora venezolana que participó el año pasado en el encuentro y esta vez vino por su cuenta, agregó: “Estamos en la transición, estas incursiones hacen que el nombre deje de verse tan de segunda, luego el mercado editorial nos mira y nos sacamos el prejuicio”. Sin embargo, fue enfática al asegurar que la ciencia ficción es una literatura de ideas con un elemento especulativo. No siempre entra lo científico, puede haber también recreación histórica, pero el núcleo es el argumento, no el estilo.

A partir de la última feria surgió la idea de las tertulias, como una réplica de las que se llevan a cabo en Caracas y Buenos Aires. Con 10 reuniones realizadas hasta ahora, Denise Nader comentó que la idea es abrirse hacia otras disciplinas. “Nos agrupamos para conversar, pero no queremos dejarlo ahí, queremos hacer concursos, tener un programa de radio… Conectarlo con otros saberes”.

Para Nader la ciencia ficción siempre estuvo presente, desde pequeña la atrajo la astronomía y el espacio, pero “el género es muy autorreferencial, no es necesario conocer de ciencia; ocurre lo contrario, muchos se han acercado a ella a través de la lectura”.

La ciencia ficción es un apodo más que tiene la literatura, para Sussmann es una metáfora que busca reflexiones, que nos habla de los límites de ser humano. Jorge Miño, por otro lado, prefiere no jugar a las clasificaciones y comenta en tono jocoso: “Si alguna vez llegan los marcianos, todo lo que hemos escrito no será más que novela histórica”.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 16 de octubre de 2012.

9.10.12

Evelyn Aguirre, una doctora a la moda*


Un Big Ben que marca siempre las seis rige la entrada a la ciudadela Londres, dentro del conjunto residencial Valle Alto. Allí tiene su casa la doctora Evelyn Aguirre.

Su hogar recuerda, a su vez, al barrio inglés de Camden Town por sus paredes coloridas y llenas de cuadros, además de lámparas con formas extravagantes. Si sumamos a esto su gran colección de sombreros, bufandas y bisutería, Aguirre parece una diseñadora de modas en lugar de odontóloga.

“Comencé a comprar los sombreros desde que vivo vía a la costa y empecé a viajar frecuentemente a la playa. Se los compraba a los señores que vendían en el peaje... me encantaban. Algunos no me calzaban y se me volaban, entonces pensé: ‘para no ir detrás del sombrero mejor me hago uno a mi medida’; fue ahí cuando descubrí que existía una marca en Ecuador que los hacía”, narra Evelyn. Su dueño, Alejandro Lecaro, le regaló por su cumpleaños el que ahora es su favorito y que lleva inscrito su nombre en la parte interior. Este sombrero, calificado como ‘Fino’, puede llegar a costar hasta 600 dólares y es fabricado a mano en serie limitada.

Actualmente Aguirre suma más de 60 gorros. Algunos son tradicionales, otros están elaborados con tejidos sintéticos, lana o lentejuelas. Hay uno de color blanco que tiene un loro pintado en un costado, otro lleva un cierre en lugar de la típica banda de tela. Entre la gama de colores destacan los fosforescentes; otros, por su sobriedad y elegancia. El tamaño varía, unos con ala corta y otros con ala larga, ideales para un día de sol.

“La bisutería nunca la he contado, tal vez son más de 50 collares. Algunos los he descartado porque son de semillas y se dañan por el calor y la humedad”. En cuanto a bufandas, la cantidad es similar. Una de ellas, su favorita, cumple una función doble ya que también es una especie de pasamontañas. La compró en Perú y le agrada su adaptabilidad, si hace frío cubre su cabeza y si hace calor rodea su cuello con ella.

Últimamente ha parado de adquirir bufandas porque muy pocas veces las puede usar en Guayaquil. “No voy mucho a la Sierra y por mi trabajo no puedo ausentarme. En las noches muy frías sí sirve ponérselas”. En cierta ocasión compró material para confeccionarlas ella misma y divertirse haciéndolo. “Las compro para vestir, para combinar. No todas son de lana y sirven como un accesorio más en lugar de un collar”.

Contrario al tratamiento normal que un coleccionista da a sus objetos, Aguirre usa a diario los que ha reunido hasta ahora. “Mis amigas me dicen que se me ven bien. Pienso que es cuestión de hacer la prueba. Hasta ahora nadie me ha dicho: ‘no te queda, quítatelo’”.

Evelyn cree que su gusto se ha vuelto una adicción. A veces no se da cuenta de que compra dos veces un sombrero, solo ve lo que le gusta y lo pide sin percatarse de que ya lo tiene.

“El sombrero de paja toquilla me hace sentir muy ecuatoriana, no lo cambiaría por el de paño o el de tejido artificial, va muy de acuerdo con lo que somos, nos representa”. Incluso tenía uno con la bandera de Ecuador y lo regaló porque se le hizo imposible decirle no a alguien que le dijo que le encantaba y quería tenerlo.

Recién comprados, los ‘Panama hats’ vienen doblados en una caja, pero un día que estaba lloviendo y ella no quería que se mojara el sombrero se le ocurrió colocarlo en su posición original y se dañó completamente. “Aprendí que no pueden pasar más de 48 horas envueltos porque se dobla la paja, el mío tuve que llevarlo a la fábrica para que lo reparen”.

El precio que ha pagado por los sombreros oscila entre los 25 y 55 dólares, aunque algunos le han costado hasta 80 dólares. “Yo no me fijo en el precio porque sé que les voy a dar un buen uso, aquí a la gente le parece raro que alguien use sombrero... hay la burla de si uno se va a subir a un caballo o se va a la playa”.

Aguirre guarda sus sombreros en un cuarto de su casa, uno encima de otro en una cama sin ocupar. “Me dicen que los guarde en un ambiente fresco. Sobre todo cuido que no se quiebre el ala, ya que puede tomar la forma del lugar donde se dejan. Hay que juntarlos de acuerdo con las tallas y al modelo para que no se dañen”.

Aclara que aunque no se niega a regalarlos cuando se lo piden, hay muchos que tienen recuerdos que están marcados por los eventos en los que los ha usado. “Yo no creo que tenga un límite, mi preocupación ahora es cuidar los que tengo, quiero hacer un mueble especial, no se pueden quedar sueltos. Podría tener 100 o 200. Siempre he pensado que la que terminará usándolos será mi hija, ella los heredará”.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 9 de octubre de 2012.

5.10.12

Cecilia Ansaldo: "Guayaquil está signada por iniciativas culturales que se mueren en el camino"*


En noviembre de 2010, un mes después de que Mario Vargas Llosa ganara el Nobel de Literatura, se abrieron las puertas del espacio cultural Estación Libro Abierto. Con el afán de multiplicar el interés por la difusión de la lectura, Cecilia Ansaldo, María Mercedes Vélez, Rommy Moeller y Andrea Nader han evolucionado su iniciativa, desde abordar al escritor peruano hasta hoy en que organizan su primer concurso de cuento.

Después de dos años de trabajo, ¿han logrado su propósito?

Tuvimos el impulso de fundar un espacio cultural en este sector, que para entonces no tenía sino iniciativas institucionales por las artes plásticas y nada más. En estos 2 años, se hizo lo que se propuso: dar talleres en el ámbito de la literatura y el cine. Este año nos abrimos a la filosofía; esas son las tres áreas en las que trabajamos. Además, hacemos presentaciones de libros y conversatorios con escritores. Este año hicimos nuestra primera convocatoria a un concurso de cuento literario, queremos mantenerlo con una periodicidad aún no definida.

¿Podría decirse que el concurso de cuento enlaza directamente con su ambición editorial?

Así es. Talvez permita descubrir gente callada de cara a la comunidad, nuevos valores. Esos escritores podrían tener oportunidades de publicación, ya que ganar un concurso focaliza la mirada y le pone firmeza a una vocación. Eso se busca.

¿Montaron su oficina en Samborondón pensando en ese nicho que faltaba cubrir?

En Guayaquil ya hay otros espacios; los clubes de libros proliferan por toda la ciudad. Este era un nicho intocado en materia literaria por entonces. En este momento estamos tan problematizados en tránsito, en agenda personal y tiempo, que pienso que la gran mayoría de personas aspira a tener sus preferencias en actividades culturales mucho más cercanas. Creo que Samborondón se ha ido multiplicando, con sitios como No Mínimo, Tinta Café y la galería de Patricia Meier.

En los talleres, ¿hay una línea definida de autores?

Trabajo con narrativa contemporánea desde hace 3 años. Partiendo desde el siglo XX, he avanzado e incluido esa clase de literatura que no se leería a solas, esa novela desafiante y experimental que exige una lectura más atenta y racionalizada. Faulkner, por ejemplo. Hay otros cursos de diseño más concreto, de ocho a diez sesiones, con temas más concentrados. Por ejemplo, Vargas Llosa con La fiesta del chivo o el que inauguramos hace poco de García Márquez, con dos cuentos y la novela Cien años de soledad.

En cuanto a los conversatorios realizados, ¿cree que debe romperse la barrera entre escritor y lector?

Hemos recibido a los últimos premios Alfaguara: Juan Gabriel Vásquez y Leopoldo Brizuela. Accedimos a testimonios de escritura y de concepción de obras en concreto. También estuvieron aquí Leonardo Valencia, Fernando Balseca, Marcelo Báez. Romper esa barrera es importante. Hoy la obra no es solamente un objeto parado en una repisa; la obra está ligada a un ser humano. Lo ratifico en todas mis conversaciones; conocer al autor, ligar a una persona de carne y hueso con un producto literario motiva enormemente al lector y multiplica su interés y curiosidad.

Se dice que los talleres o clubes de lectura son grupos de autoayuda...

Me parece un criterio agresivo y descalificador, la mayoría de los clubes está integrada por gente a la que le gusta leer. Y leen desde su infancia, en desorden y con elecciones propias, pero leen siempre. Lo que he visto que han hecho los clubes es conseguir el espacio del intercambio, a veces son conversaciones desordenadas, hay falta de sistematicidad y abordan impresiones personalistas. Pero ocurre que en los últimos años no funcionan así, hacen la elección de un coordinador especialista en literatura. Invitan a escritores para orientar lecturas específicas.

¿Son lugares para personas desocupadas?

Falso, algunos habrá talvez, no los conozco a todos. De los que conozco, te puedo decir cuán en serio se toman su trabajo.

¿Qué hacer para no quedarse en lo superficial?

Creo que el mayor esfuerzo es mantenernos activos con firmeza, esa es una meta. Guayaquil está signada por iniciativas culturales que se mueren en el camino, ya sean revistas o grupos, lo sabemos todos. Queremos también diversificar la oferta. No podemos convertirnos en academia, tampoco, esa no es la intención. Queremos sacarle partido a la lectura y lo estamos consiguiendo.

¿Podría decirse que en Estación Libro Abierto están en contra de la lectura como pasatiempo?

No puedo entrar de una manera tan tenaz en la vida de las personas. Quisiera que adquieran la destreza de no dejarse engañar por el libro fácil o el bestseller, que tanto se ponen de moda. Que lean lo que quieran leer, pero sin engañarse.

¿Cuál es la diferencia entre la Estación y otros espacios más ‘light’? ¿Estos últimos son importantes de alguna manera?

Por la dedicación del tiempo, no es lo mismo una cita mensual a una semanal y sistemática con esquema previo de análisis. Yo creo que sí son importantes, la lectura cada vez tiene menos adeptos, a lo mejor se venden muchos libros, pero eso no asegura que se lean. Conseguir que se lea en un medio poco habituado a ello es un esfuerzo enorme. Yo vengo de un lema que dice que es mejor leer cualquier cosa a no leer nada. Si contamos con una sociedad absolutamente distanciada del libro, en cualquier formato, no vamos a conseguir nada.

¿Es importante que haya una feria del libro en la ciudad? ¿por qué no fortalecer la de Quito, por ejemplo?

Debe haber una feria del libro en cada ciudad; aunque sus alcances sean limitados, hay que hacerlas. Pero si insistimos en la memoria y en la identidad no se conseguirán adhesiones masivas, estamos muy anticuados en oferta de ferias. Hablar 30 años de Sicoseo, una revista de un solo número, estamos locos. Hay que definirse, ¿queremos la noticia internacional o que nuestros ciudadanos miren aunque sea la portada de los libros?

¿Y qué hay de la feria organizada por el Municipio?

La feria del Municipio está empecinada en repetir errores. Soy enormemente crítica con esa feria, a pesar de que estuve en las primeras convocatorias y colaboré intensamente en los 3 o 4 primeros años. Pero cuando vi que está conducida por un señor con unas anteojeras inamovibles sobre lo que él quiere hacer y que nunca más escuchó ni un consejo ni una crítica, yo me distancié. De la del Ministerio de Cultura entiendo que no les fue muy bien el año pasado, cometieron serios errores. Me pronuncié públicamente en contra de la feria por el veto a Balseca, y cedí por la muerte de Dina Bellrham. Fui al homenaje, mi única visita, que rompió mi manera de pensar en solidaridad con el grupo al que vi sufrir la pérdida de su compañera.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 5 de octubre de 2012.

3.10.12

Historias listas para descargar*


Eduardo Varas y Marcela Ribadeneira son una joven pareja de entusiastas por la cultura. Primordialmente interesados por la narrativa, se han decantado también por la música y el cine. Su unión recuerda a aquel mítico par conformado por Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir, pues su dedicación por la literatura les hizo emprender con la iniciativa La línea negra, un proyecto en el cual se enmarca su nueva propuesta Cuentos para regalar. El objetivo de esta idea es publicar un relato de escritores ecuatorianos por semana, disponible para descargar gratuitamente en internet.

¿Cuál es la propuesta planteada por La Línea Negra? ¿Cómo conjugan sus proyectos La clínica del cuento y Cuentos para regalar?

M.R: La Línea Negra está configurada como una agencia de contenidos y servicios editoriales, lo que nos permite mantener una fuente de ingresos constante y practicar algo que creemos: que los textos, de cualquier índole, pueden comunicar, ser prolijos y deleitar al mismo tiempo. Mientras trabajamos en proyectos para nuestros clientes, levantamos proyectos personales, editoriales literarios y artísticos, así como talleres, estos sean de apreciación cinematográfica o relacionados con la escritura creativa, como la Clínica del cuento y Cuentos para regalar, buscan dar las herramientas para que nos convirtamos en espectadores y autores más críticos y reflexivos. Pero, sobre todo, se enfatiza que nada debe ser gratuito, ni un primer plano o un zoom, en el caso del cine, ni una coma o un adjetivo, en el caso de la escritura.

¿Este proyecto responde a una problemática en particular? Tal vez le hace frente al estigma de “en Ecuador no se lee”...

M.R: Cuentos para regalar no es el antídoto de ninguna problemática, sino el síntoma: En nuestro país sí existen muchísimos autores jóvenes, que generan material de calidad, con estilos deliciosos y personales, pero que no están en el radar del mundo editorial porque no han sido expuestos. Y ocurre que para salir al mercado, en muchas ocasiones, es necesario que ya hayas sido publicado. Entonces nos quedamos con una reducida constelación literaria contemporánea visible. El proyecto busca destapar a estos autores al facilitar a los lectores el acceso a sus obras mediante la plataforma digital y las redes sociales. Si en Ecuador se lee o no se lee, creo que los verdaderos temas de discusión son por qué no se lee y si se lee bien o no...

E.V: El proyecto en sí responde a nuestras necesidades iniciales como lectores y también al acto de aprovechar la web como espacio de contacto y de lectura. Existe también un deseo de búsqueda y no voy a negar que es muy entretenido el trabajo de armar los cuentos de cada semana.

Si es cierto que en Ecuador la lectura no es un hábito común, ¿la Internet cambiaría esto?

M.R.: La Internet ha cambiado la cantidad de textos que leemos, pero no la calidad de los mismos y, menos aún, de la lectura. Así, la Internet está llena de plataformas, blogs, revistas y otros websites literarios espectaculares, pero también de un ‘freak show’ de los mismos especímenes. Sin el lector crítico y reflexivo, la Internet tal vez haga que se lea más, pero no de mejor manera.

E.V: Internet crea muchas dinámicas. Leer es un acto mecánico en cierta medida, un acto que no reviste de mucha importancia. Ahora, leer en serio, ser un crítico que quiere nutrirse de otras experiencias humanas es ya una cuestión de actitud y, por lo general, esta vence a Internet. Utilizamos la web porque democratiza mucho, no como el último recurso posible de la humanidad.


¿Por qué no recurrir a publicaciones baratas como los libros de cartón, tan de moda actualmente?

M. R.: Por los costos de producción, si tuviéramos que invertir en materiales, manufactura, impresión y distribución, ya no podríamos regalarlos.

Los cuentos, ilustraciones y fotos son donados por sus autores y nosotros entregamos nuestro trabajo de diagramación, diseño, corrección y edición. Soy fan de un par de editoriales cartoneras, sus libros son joyas, pero les dejamos a ellos lo suyo. Eso no descarta que para otros proyectos cuidadosamente elegidos saltemos al papel, al cartón o al ‘body paint’.

E.V.: Creo que hay cierta nostalgia en el tema de los libros cartoneros y en el fondo no soy tan nostálgico. No creo que esté mal su existencia, pero no es el espacio en el que nos movemos. No podría ser tan cínico como para ser parte de un movimiento que no entiendo del todo.

En Cuentos para regalar se publican a autores jóvenes e inéditos, ¿ésta es la mejor manera de darse a conocer un escritor novel?

M. R.: El proyecto es solo una propuesta y opción, entre algunas que existen para que un escritor novel encuentre lectores. Atrae por su inmediatez, recibimos las obras por correo electrónico, respondemos en un período corto de tiempo y las publicamos de igual manera. El hecho de la promoción en redes también hace que la opción sea atractiva para estos autores. El proyecto también ha lanzado cuentos inéditos de escritores ya publicados, como los de Esteban Mayorga y Solange Rodríguez.

E.V.: No lo sé. Quizás el planteamiento sea como lectores: Es la mejor manera para encontrar nuevas voces y estilos. Eso es lo que nos entusiasma. Incluso si estamos ante alguien que escribió un par de cuentos y resulta que uno de ellos es una genialidad, se trata de leer y descubrir qué es lo que está pasando.

El proyecto incluye a ilustradores, la propuesta es integral, ¿por qué?

M. R.: La ilustración —o fotografía— es un valor agregado para el lector. Se busca que la imagen sea una relectura del relato, que le dé una nueva dimensión y que transcienda lo decorativo. Además, hay muchos ilustradores y fotógrafos que buscan darse a conocer y que están interesados en el diálogo entre literatura e imagen, lo cual genera obras más complejas y matizadas.

¿Cómo ha sido la convocatoria, tienen una lista de espera?

M. R.: La convocatoria ha sido muy buena. Nos han llegado, y siguen llegando, textos de Loja, Cuenca, Santo Domingo y Quito. Tenemos un “colchón” de relatos que nos garantiza que la periodicidad semanal se mantendrá. En cuanto a nombres de autores que publicaremos, puedo adelantar para Cuentos para regalar las letras de Juan Secaira, Jorge Luis Cáceres y, más adelante, Juan Fernando Andrade.

E.V.: Me gusta mucho que exista una paridad autora / autor en la propuesta y eso es algo que estamos cumpliendo.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 3 de octubre de 2012.

2.10.12

El piloto numismático*


El coleccionismo de monedas, o numismática, nació como ciencia en el siglo XIX, pero ya era conocida desde los tiempos del Imperio Romano, la misma época a la que pertenecen 3 de las casi 4.000 monedas que guarda Jorge Aguilar. Este piloto aviador de 54 años y oriundo de El Oro ha dedicado la mayor parte de su vida a una afición que lo atrapó desde la infancia.

La entrevista se asemeja a la escena de una película. Aguilar tiene su oficina en un hangar, viste su traje de piloto y antes de sentarse deja sobre la mesa un pesado maletín. Con cuidado extrae de él un par de álbumes y cajas pequeñas de madera; en su interior están las monedas. Con orgullo empieza a contar su propia historia y la de su mayor pasatiempo,

“Comencé a coleccionar cuando tenía 10 o 12 años. Una tía me regaló 40 monedas de plata de Ecuador y Perú, habían sido fabricadas en el siglo XIX. Me gustó y, como vivía en Puerto Bolívar, me trepaba a los barcos que llegaban, me acercaba a los marinos y las intercambiaba”.

A los 17 años, comenzó a viajar al exterior. Su padre le daba dinero para comprarse ropa y pasear, pero Jorge se lo gastaba en su afición.

“En 1978 fuimos a Israel con mi hermano, quien también coleccionaba. Mi papá me regaló 700 dólares y me los gasté todos en una casa de monedas de Jerusalén”. Esta fue su primera compra fuerte: 12 piezas del país judío y un set adicional de piezas de Palestina.

Actualmente enfoca su gusto en las monedas de Ecuador. Quería completar su lección, pero cuando su familia aumentó, los gastos se limitaron. Explica que con la dolarización los precios se incrementaron considerablemente. Todos los domingos visitaba a los los cachineros de la calle Pedro Pablo Gómez y buscaba monedas junto a su hija; lo que le costaba mil sucres pasó a valer un dólar.

Las hay de un costo de hasta hasta 20 mil dólares. Aguilar comenta que tendría que sacar un anuncio en el diario para comprar algunas, dada su rareza. Seguiría comprando, pero nunca vende (no se lo ha planteado siquiera), aunque sí canjea y a veces regala las que tiene repetidas.


Entre las láminas de plástico que contienen el fruto de su pasatiempo, se destacan varias de oro. En total son 20, de Ecuador apenas 3, una de ellas es un sucre de 24 quilates, acuñado en 1997. Las más complicadas de conseguir son unas piezas de níquel, su distintivo es el sello “RA”, por Rogelio Alvarado, de quien se asegura era el dueño de un ingenio de azúcar en Galápagos o un gobernador en el siglo XIX. Este poderoso isleño marcó su dinero para que sus empleados lo utilicen en transacciones válidas solamente dentro de su territorio. Hoy en día estas iniciales incrementan cada año el valor de las pocas monedas que circulan en esa zona.

El valor se ajusta a la cantidad de las emisiones, es por eso que las conmemorativas de la década pasada, acuñadas en Ecuador, pueden ser más valiosas que las que se han conservado desde antes de Cristo, como las tres que posee Aguilar.

“Me faltan 3 o 4 países de la ex Unión Soviética, tengo incluso monedas de archipiélagos muy pequeños como Kiribati. Una vez compré una de Marruecos, emitida aparentemente en 1300, yo estaba contentísimo, pero luego me di cuenta de que el calendario es diferente y se trataba del siglo XX para nosotros, no era tan extraña como pensaba”.

La colección de Aguilar llega a las 20 mil dólares, aproximadamente. Entre ellas hay unas lanzadas en conmemoración de varias copas mundiales de fútbol. Circulares, rectangulares, octogonales, con agujeros en su centro. La mayoría contiene una aleación de níquel y otros metales, pero son inevitables de admirar las de plata y las de oro. Algunas son tan pequeñas como una lenteja y otras llegan a medir algo similar a una gran galleta.

Aguilar no solo reúne y observa, también les saca provecho. “Una vez en Estados Unidos entré a un almacén de ropa y vi que tenían una vitrina con monedas; entonces, como yo siempre cargo conmigo algunas de las mías, hablé con el dueño y me dijo que podía escoger cualquier prenda y llevármela a cambio de una moneda mía”.

Esta afición conoce pocos límites, Aguilar solía gastar mil dólares en engrosar sus álbumes, hoy en día sus compras no pasan de los 500. La colección ya está repartida entre sus hijos, varios miles de dólares que contienen tanta información como la que se encuentra en Wikipedia.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 2 de octubre de 2012.