20.9.12

Rafael Vargarruiz: "El lector debe entender que esto es un juego"*


El escritor nicaragüense Rafael Vargarruiz llegó a Guayaquil para presentar su libro Los haikus de la sangre escarlata y otros textos, en la Casa de la Cultura, núcleo del Guayas. Antes de retornar a su país, concedió una entrevista a EXPRESIONES.
Con movimientos lentos y un hablar pausado, saluda; tomamos nuestros lugares con “tensa calma” como quien se prepara para una batalla. Al ver la grabadora dice: “¡Dispara!”.
¿Se acuerda del momento en que empezó a escribir pensando en publicar?
Surgió de la amistad con uno de los mejores poetas nicaragüenses, Pablo Antonio Cuadra; él dirigía La Prensa Literaria, un suplemento del diario La Prensa. Ahí empecé a publicar, y lo sigo haciendo hasta la fecha. Otro buen poeta, Octavio Robleto, me empujó a publicar libros. Yo comencé tarde, mi primer libro, Lima Limón, es de 1985.
¿A qué lector apunta? ¿Piensa en sí mismo como su propio lector o pretende inventar un nuevo tipo?
Siempre hay algo propio que uno trata de comunicar, pero si no pienso en el lector, tal vez escriba algo demasiado complejo. Trato de ser sencillo sin perder cierto gusto mío por el barroquismo.
Ernest Hemingway decía que se sentía vacío, triste y feliz (al mismo tiempo) al terminar de escribir. ¿Qué siente usted?
Coincido, al terminar de escribir uno ha transferido una parte de su alma, de su experiencia. Te da una cierta nostalgia y al mismo tiempo la satisfacción de que lo has logrado.
Se dice que cada escritor construye su propio árbol genealógico. ¿Quiénes son sus influencias?
Son variadísimas, desde libros de caballería, como Ivanhoe, hasta las obras de los Dumas y El Quijote, que es la mejor novela que se ha escrito, lo tiene todo. De ahí los tres siglos de oro: el español, el francés y el inglés. El resto, fuera de los clásicos, es una recreación, volver a contar.
¿Ha vivido de otros oficios que no tengan que ver con la literatura o el cine?
Sí, ejercí la profesión de arquitecto pero en diseño, nunca en la construcción. Trabajé en el Ministerio de Planificación Urbana, luego en una oficina de arquitectos. Lo de la arquitectura fue un acuerdo con mis padres, para poder dedicarme a lo que quería.
En su escritura hay referencias populares contemporáneas en fórmulas antiguas como el cuento y la poesía. ¿Cómo llegan a usted estas referencias?
Yo estudié en Monterrey, México. Ahí recibí mucha influencia musical. A Nicaragua llegaron desde los tangos argentinos hasta boleros cubanos, todo eso yo lo viví desde niño, al igual que la música clásica.
Sus obras tienen títulos extensos. ¿Esto es un sello personal?
Sí, lo es, pero es algo que salió de pronto. En algún momento comenzaron a ser cada vez más largos, no los busco a propósito.
Nicaragua es un país con una larga historia política. ¿Alguna vez sintió la necesidad de ser un escritor comprometido?
Yo creo que la mayoría de los escritores fuimos comprometidos, sobre todo contra la dictadura de Somoza. Hay varios poemas míos que tienen que ver con eso. El primero que publiqué, ¿Es este un año nuevo?, trata sobre los problemas del campesinado de la época.
Roberto Bolaño decía: “Mi proyecto literario y mi vida están confundidos, son uno solo”. ¿Es este su caso?
Definitivamente, leyendo se conoce a un autor.
Usted es su propio personaje, ¿cómo funciona esto? ¿Cree que esta inmersión afecta de manera especial a los lectores?
El lector debe entender que esto es un juego, a ratos me burlo de mí mismo. Ya lo hizo Cervantes en su novela.
Una pregunta gastada pero necesaria, siguiendo la línea de la crisis de los grandes relatos, ¿cree que la novela ha muerto como género?
No, ha cambiado como género. Ya la novela clásica rompió sus esquemas, estamos más allá, en el meta-arte, por decirlo de alguna manera.
¿Qué proyectos tiene ahora mismo?
Un libro llamado Cortándome las venas con Gillette sarrosa mientras escucho boleros en discos de acetato; tengo un guion llamado La espera, que quiero repetirlo porque se perdió; y el libro de Haikus sobre Argentina. Esas tres cosas están sobre el escritorio, siguen escribiéndose.

(*) Publicado en la revista Expresiones del diario Expreso, el 20 de septiembre de 2012.