12.8.13

El sexo como igualador social*


La Sociedad Juliette (Grijalbo, 2013) es la primera novela publicada de Sasha Grey. No es su primer libro; sin embargo, ya que antes había presentado uno de fotografía, Neü Sex, en el que retrató la vida tras cámaras de la industria pornográfica. Traducida al español apenas unas semanas después del lanzamiento original en inglés, la novela se convirtió en un best seller casi inmediato.

Cabría preguntarse por la naturaleza de este éxito, si se debe a que el libro fue publicado por dos de las más  grandes compañías editoriales  (Random House y Little, Brown) o fue por la fama de su autora. En todo caso, esto le corresponde a la sociología de la literatura; aun así, la novela tiene más de un mérito y es una propuesta arriesgada por narrar una forma diferente de sexualidad.

El proyecto literario de Sasha Grey no está del todo separado de su biografía. Es decir, para leer La Sociedad Juliette no hace falta saber nada sobre la autora, pero ciertos datos de su pasado y el contexto en que se mueve ella permiten comprender mejor de qué va todo esto. Nacida en California en el año de 1988, Marina Ann Hantzis creció en una familia rota de clase media y raíces europeas. Estudió cine, actuación y danza; también fue camarera. Devenir típico de una estadounidense común, pero con educación católica. Hasta que se mudó a Los Angeles, cambió su nombre (mezcla de música industrial alemana y la estética de Oscar Wilde) e ingresó al mundo del porno.

Si ya en Neü Sex demostró, a través de la pose y la falsificación, que la pornografía no es el demonio de la mujer (visto así por el feminismo rancio), en La Sociedad Juliette lleva este proyecto de profanación a otro nivel: la convención social alrededor del sexo y la vida en pareja. Grey reivindica la propiedad del cuerpo, sin ello no hay deseo ni libertad; pero para hacerlo debe entender el poder, tiene que desplegar masculinidad para ser bella, ser mujer. Si su incursión pornográfica es una reversión de las tesis de Beatriz Preciado (Playboy ha hecho más por la mujer que cualquier feminismo), su novela lo es del libertinismo clásico del Marqués de Sade.

Existe un club secreto, se nos dice en la novela, similar al grupo Bilderberg o a los Illuminati, cuyo principal interés es hacer lo que mejor saben hacer: follar, tener sexo. Para cumplir su propósito eligen a mujeres jóvenes que deben pasar por una iniciación. Esto es lo que Catherine, la protagonista y narradora, se dispone a contarnos. El nombre, por supuesto, viene de Juliette o las prosperidades del vicio, una de las novelas del Marqués de Sade.

Catherine es una chica regular con un apetito sexual ligeramente mayor al promedio. Ella fantasea con tener sexo con Jack, su novio, en la oficina del jefe de este, un candidato a senador. Como estudiante de cine, Catherine arma su relato usando a la Sociedad Juliette a manera de Macguffin. Más que un thriller sexual, la de Grey es una novela de formación. La narradora interpela al lector desde la primera página, en la cual pide su colaboración, y busca comunicar su aprendizaje. Por eso es que no sabremos más de la Sociedad Juliette hasta cerca de la mitad del libro.

La verdadera educación de la protagonista comienza cuando conoce a Anna, su compañera de clases, quien le confiesa que es amante de Marcus, el profesor del que Catherine está obsesionada. Anna, cumpliendo el papel de hermana mayor, introduce a su amiga en el sexo desprejuiciado y le habla de las parafilias de Marcus, quien a simple vista parece un simple y serio profesor universitario.

Chuck Palahniuk tiene una novela llamada El club de la lucha en la que el protagonista sin nombre proyecta sus deseos en Tyler Durden, un desconocido que llega a su vida casualmente. Con un estilo de guion cinematográfico, rápida, delirante, sagaz, El club de la lucha comparte más de una característica con La Sociedad Juliette. Lectora confesa de Palahniuk, Grey no logra una voz narrativa diferente e, incluso, llega a confundir las tramas. En las dos novelas nada está dado al azar, todo ocurre por un motivo.

Influida por una infancia católica, Catherine desarrolla una teoría vital del sexo: la eyaculación es esencia divina. Esta filosofía de vida representa el momento de iluminación de la protagonista. Luego de 22 capítulos contados como pequeñas aventuras, con devaneos y descripciones explícitas del acto sexual, La Sociedad Juliette concluye como una extensa narración del sexo visto como expresión artística.

Pero Catherine, pese a todo, es una mujer conservadora que desea mantener una vida en pareja estable. Sin embargo, la noción general de que el sexo y la violencia son dos caras de una misma moneda puede ser leída como un alegato contra la monogamia gris, aburrida y contenida. La fantasía sexual se convierte en experiencia liberadora.

La Sociedad Juliette, finalmente, representa más que una secta de millonarios cuya diversión consiste en matar y tener sexo al mismo tiempo. Es una idea común dedicada a la búsqueda de placeres sublimes, igual que una religión cualquiera, “porque el sexo es el mejor igualador social”. Catherine aprende esto y gracias al conocimiento que ha logrado de sí misma puede llegar a cumplir su moderada fantasía.

Novela pornográfica, la de Sasha Grey no le hace el juego a la cobardía de lo erótico (50 sombras et al.). Lo dice la protagonista, esto no se trata de un cuento de hadas con final feliz. La Sociedad Juliette no aporta nada a una época de penosa imaginación narrativa, pero tampoco es prejuiciosa ni timorata. Un libro arriesgado en su idea, pero discreto en la forma y en sus fines.

(*) Publicado en Cartón Piedra, suplemento cultural del diario El Telégrafo, el 12 de agosto de 2013.